Una pregunta común que surge en las discusiones de planificación patrimonial es: “Si estamos casados, ¿solo necesitamos una voluntad entre nosotros?” La respuesta es un rotundo no, y he aquí por qué:
En primer lugar, el concepto de testamentos conjuntos, aunque aparentemente conveniente, no es aconsejable. Una razón importante es la cuestión de la irrevocabilidad en caso de que uno de los cónyuges falleciera antes que el otro. En tales casos, el cónyuge sobreviviente se queda sin poder modificar el testamento, lo que puede ser problemático, especialmente si hay un largo intervalo entre las muertes.
Además, las circunstancias individuales a menudo necesitan voluntades separadas. Por ejemplo, podría haber hijos de relaciones anteriores, y cada cónyuge puede tener diferentes deseos con respecto a la herencia de estos hijos frente a los del matrimonio actual. Los testamentos separados permiten que cada pareja aborde estas dinámicas familiares únicas de manera clara y justa.
Otro aspecto crucial involucra las herencias familiares y las pertenencias personales. Considere el valor sentimental de artículos como el reloj de conductor de tren de un bisabuelo o el preciado tazón de salsa de chips de una abuela que se usa cada Acción de Gracias. Si bien estos pueden no tener un valor monetario significativo, su significado emocional puede ser inmenso dentro de una familia. Sin embargo, su importancia podría no ser reconocida universalmente por ambos cónyuges y sus respectivas familias. Al crear testamentos individuales, cada cónyuge puede asegurarse de que estos artículos personales vayan a los miembros de la familia o amigos previstos, honrando los deseos personales y las tradiciones familiares.